domingo, 15 de julio de 2012

GALICIA-Acantilados de Herbeira




620 metros son muchos metros. Las olas rompen tan lejos, tan abajo, que no llega el más leve murmullo. Diríase que Neptuno ha perdido la voz. El cercano santuario de Teixido añade magia a este rincón.

Donde el mar se ve, pero no se oye

A medio camino entre las rías de Cedeira y Ortigueira, en la provincia de La Coruña, se yerguen los acantilados de Herbeira, que hay quienes dicen que son los más altos de Europa, aunque otros, más cautos, añaden que están a la par con los de Irlanda y Noruega. En cualquier caso, son mucho más que impresionantes. En el filo más elevado, a 620 metros, hay una atalaya del siglo XVIII, la Garita de Herbeira, desde la que los piratas debían de verse, si es que se veían, como bacterias. El mar sí se ve, pero tan lejos que no se oye.
Aquí, incluso en pleno verano, sopla un viento recio, fresco, que al que no se trae jersey, lo deja castigado en el coche. Hay caballos medio salvajes que pacen en estas alturas y a la vista. Sólo a la vista. Como te acerques a menos de cien metros, corren despavoridos. Todos los años, el domingo más cercano al 1 de julio, se los acorrala para marcarlos y cortarles las crines, con gran algazara. Es el Curro de A Capelada, más conocido como la Rapa das Bestas.

Capital de la Galicia mágica

Justo antes de trepar a los acantilados más altos, la carretera pasa por San Andrés de Teixido, el santuario más venerado y concurrido de la región (después, claro, del de Santiago). Lo de que “a Teixido va de muerto quien no fue de vivo” es una amenaza innecesaria, porque todos los gallegos van de vivos. Capital de la Galicia mágica ha sido llamado este hervidero de fábulas, supersticiones y ritos mil. Uno de ellos consiste en bajar hasta la rompiente para buscar la hierba de enamorar. A la Armaria maritima, o clavel marítimo, se le atribuyen propiedades enamoradoras (una pizca en el bolsillo del otro obra el milagro), afrodisiacas y empreñadoras.
Al otro lado de los acantilados, a naciente, despunta el cabo Ortegal. Es el segundo cabo más norteño de la Península y el más afilado, con el sitio justo para la carretera y un faro como de juguete. Le acompañan tres islotes misteriosos, Os Aguillóns. Más allá, en la ría de Ortigueira, nos aguarda un pueblo llamado Cariño, que además de un nombre irresistible, tiene sabrosos percebes y playas salvajes. Nos enamora la de Fornos, cuyas aguas verdes nada tienen que envidiar a las del Caribe. Salvo la temperatura, lógicamente.