miércoles, 9 de enero de 2013

Santo Domingo, tesoro de piratas

Santo Domingo, tesoro de piratas
La primera de las tierras que pisó Colón al otro lado del océano. Ya en sus playas, quedó maravillado de las sierras y las vegas, las montañas y campiñas. Al pensar en esta isla, solo imaginamos esas mismas playas paradisiacas, olvidando el tesoro que oculta la ciudad colonial, y quizás mejor así. Fue la primera ciudad que se fundó en América. Sobre la orilla izquierda del río Ozama, se alzó la primera catedral, la Primada, la que una vez contuvo los restos del descubridor; la primera universidad que impartió clases, y el primer hospital donde sanaron enfermos. El pasado nos llega distorsionado por los padecimientos soportados: Los incendios del pirata Drake, los grandes terremotos y tremendos huracanes que asolaron la isla a lo largo del tiempo
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En apenas once manzanas, se concentra y resume la historia de los primeros años del descubrimiento. En su Alcázar vivieron algún tiempo casi todos los grandes conquistadores: Pizarro, Cortés, Balboa y Ponce de León.
Las damas, la primera calle empedrada de América, paseaban señoras de época, piedras antiquísimas, rincones ancestrales que esconden pasajes de la historia, calles de fachadas enlucidas de cal y soportales bajo los que resguardarse del sol. Casitas humildes, bajas, de un solo piso, adecentadas con colores pastel. Algunas calles angostas, de casas color teja y enrejados que dejan ver plantas y flores que embellecen y adornan la mirada; alguna bicicleta desvencijada, herrumbrosa, convertida en puesto callejero de fruta fresca; cables de teléfonos enraizados en las cornisas de los edificios cuelgan de un lado a otro de la calle, desordenando las vistas. En la calle Atarazana, la más antigua del continente, las piedras rezuman historia y saben a pasado.
El Parque de Colón, donde se alza la estatua del almirante, rodeado por la Catedral, el antiguo Congreso Nacional y el Palacio Consistorial. Aquí la gente descansa en viejos bancos de hierro pintados de color verde y ve pasar el tiempo, jugando al dómino unos y otros al ajedrez; la mayoría solo charla. El museo del tabaco muestra cómo se elaboran. Tierra de merengue y bachata, de ron y licor de Mamajuana: una mezcla de ron, vino, miel y hierbas.
El Conde, el mayor centro comercial abierto de la ciudad, sembrado de tiendas, la más concurrida y populosa. El mercado Modelo representa como ninguno otro punto de la ciudad, la idiosincrasia del dominicano: colorido y alegría con un punto de desorden y relajación.
Esta parte del mundo conserva tradiciones que nos chocan y sorprenden, pero sobre las que gentes de toda condición muestran una pasión enfervorecida cruzando apuestas entre voceríos y gestos, animando a uno u otro gallo a acabar con el otro. En el Coliseo Gallístico.
Casa de Gobierno, Santo Domingo
Para comer: Pat’e Palo, una taberna legendaria en la calle Atarazana, con una gran terraza donde comer bien, y un bar-lounge donde tomar un buen vino. Hace honor al pirata que tuerto y con pata de palo, abandonó el mar para disfrutar de los placeres que esta misma taberna le ofrecía. El Mesón de Bari, estupenda comida criolla. Deliciosas empanadillas de cangrejo y un dulce de leche imbatible. 
 
Dónde dormir: Coco Boutique Hotel, un pequeño hotel, sencillo pero con un grandísimo encanto. En un edificio colonial de fachada color pastel y una amplia azotea donde descansar y beber un ron añejo a la puesta de sol. No es un hotel de lujo, pero la calidez, simpatía y el cariño de sus propietarios y de todo su personal porque tu estancia sea mágica, invitan a quedarse aquí.